Claro, el cuarzo se ha convertido en una opción popular para las encimeras de cocina por su durabilidad y estética. Sin embargo, las encimeras de cuarzo están hechas de una mezcla de resina y partículas de cuarzo natural, lo que las hace resistentes a manchas y arañazos, pero no son infalibles al calor.
Un dato interesante es que el cuarzo puede soportar temperaturas de hasta unos 150 °C. Sin embargo, las ollas y sartenes directamente del fuego pueden alcanzar temperaturas de hasta 200 °C o más, por lo que es crucial no colocar directamente artículos tan calientes sobre la superficie de cuarzo. Esto podría causar quemaduras o decoloración en un área de 20 x 20 cm de la encimera.
La resina en el cuarzo es más susceptible al calor que las piedras naturales como el granito. Algunas empresas, como Silestone, han advertido específicamente sobre los efectos adversos del calor extremo en sus productos. Usar un salvamanteles o un trébede es una buena práctica para preservar la superficie. Es sorprendente cómo algo tan pequeño como un salvamanteles puede hacer la diferencia entre mantener una encimera impecable o provocar daños irreparables.
He escuchado a muchas personas decir que han vivido experiencias donde el calor directo impactó negativamente la apariencia de su encimera, llegando incluso a requerir reemplazos costosos. Y si uno piensa que el precio promedio de una reparación puede estar por encima de los 200 €, es mejor tomar precauciones. La inversión inicial en el cuarzo puede oscilar entre 300 € y 500 € por metro cuadrado, por lo que el mantenimiento cuidadoso prolonga su vida útil de 10 a 15 años.
Un factor esencial es el hecho de que las encimeras de cuarzo han revolucionado las cocinas modernas, ofreciendo una combinación perfecta entre funcionalidad y estética. Pero, como todo en la vida, cuidar adecuadamente de ellas asegura que se mantengan en óptimas condiciones y continuar disfrutando su belleza y funcionalidad durante muchos años.